¿Cuánto vale un churro en el monte?


Son las 7'30 de una mañana marcada por los aciagos pronósticos de los metereólogos. Enfrente de Can Miquel ni una sola bicicleta, pues todas descansan a resguardo de la predecida lluvia dentro de los respectivos vehículos. Tras la puerta, los BaixFort planean entre humo de café y restos de madalenas de Oreo suspender la ruta y ir a berenar.


Afortunadamente el deporte se impone a la gula y decidimos hacer una vuelta por el Raiguer. Ses Figueroles deberán esperar a un día más soleado  Así que nos desperezamos y a las 8'10 emprendemos nuestro camino hacia el primer objetivo de la jornada: Solleric.


Rodamos a ritmo dominguero hasta la barrera de acceso a dicha finca, y antes de cruzar el torrente para encarar la subida del empedrado algunos paramos para acompañar al Jose Pinturas mientras repara de emergencia un radio partido. Los demás tiran para arriba sin más, dejándonos con la duda de si sabían que la intención era subir por sa Font Figuera.


Subimos a buen ritmo con pocos pies a pesar de lo roto del camino, de la pendiente y de las jodidas raíces húmedas y al llegar al portillo comprobamos que los demás están ahí. Al primero que divisamos es a Xisco, obervando con ojo clínico un esclatasang que resultó no serlo.


Equipados con protecciones nos disponemos a emprender la bajada hacia Oli Clar... y ahí empiezan los contratiempos.


Xisco revienta la cubierta 27'5x2'8 de un llantazo. No se entiende como un neumático con tamaño balón puede tener unos flancos tan finos. Pero es lo que hay, así que primer churro al canto y seguimos... no por mucho tiempo, ya que cerca de las casas hay que meter otro cerca de la llanta.


Entre churro y churro la cuestión es que la idea del berenar vuelve con fuerza, y para entonces la mentalidad ya es clara: cumplir con un mínimo de dignidad con la estadística y con generosidad con la dieta. Así que planeamos llegar al Faisán (osease a la Placeta den Sion), hacer la bajada y remontar.


Sin embargo, ni a eso llegamos: la cubierta pierde presión a cada pedalada, así que llegados al camino de Solleric a la susodicha Placeta ya planteamos la retirada por la vía directa. Así que bajada a toda mecha por el empedrado que habíamos subido... y nueva parada. El neumático vuelve a estar abajo y hay que rerereparar.


Hecho esto, ritmo cervecero hasta Binissalem para berenar en Sa Vinya, pero como está hasta los topes debemos replantear el lugar y acabamos a Can Pep des Pla con pepitos, variats y, como no, cervezas a gusto del consumidor.


Ruta poco remarcable en el apartado ciclista, pero del que se pueden sacar varias enseñanzas: 1) somos un grupo con gran capacidad de resilencia; 2) somos un grupo, y cuando uno tiene problemas todos responden; y 3) no se puede luchar contra la idea de ir a berenar!

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