8.1

Encuentro cerca de la gasolinera  de la carretera del Port de Sóller a las 8. Después de reubicar las arandelas del tubo de dirección de la bici de quien escribe, desparramadas por todo el suelo por la mañana y evidentemente mal puestas por la holgura que presentaba; después de arreglar este desaguisado y bajo las imprecaciones del sherpa empezamos a rodar per amunt hacia el GR que nos ha de llevar por el Pujol den Banya.


Subida archiconocida a muy buen ritmo hasta la puerta arlequinada, donde reagrupamos y desde donde podemos comprobar con alegría que el camino ha sido desbrozado en toda su extensión y amplitud, puesto que en algunos puntos era ya difícil pasar sin llevarse unos buenos rasguños de los siempre temibles betzers, siempre tan territoriales y de trato tan poco amable ellos.



Rodamos claramente en dos grupos separados por la tecnología y para cuando hemos superado la capilla de Castelló y llegado a la explanada frente Can Mico y Can Prohom comprobamos que los eléctricos no están ahí a excepción de Fabián que sí ha venido con los musculares durante el último tramo. Llamada telefónica al canto con la sospecha de que tras pasar por delante de Cas Xorc han tirado recto hacia Can Bleda (vergonzosamente rebautizado con el nombre artístico de Hotel Corazón). Comprobado este punto y redirigidos sus vátios al buen camino por la voz imperiosa y siempre malsofrida del sherpa, los musculares seguimos mientras Fabián se queda a esperarles.


Así pues, emprendemos el camino de nuevo hacia la superpoblada era, donde tras cruzar la barrera abandonamos el GR para ascender por el camino que se dirige hacia arriba al Puig de sa Galera, camino para el que no encuentro nombre en ninguna de mis infalibles fuentes: los mapas Alpina y el blog de senderismo airesdelaserramallorquina. El camino discurre primero por un olivar bien cuidado, para luego empezar a enlazar curvas hacia arriba entrando en un encinar muy bonito. En la barrera donde está el coll de caza nos paramos (menos Maxi) y nos alcanzan los eléctricos... sin Fabián. Llamada al canto y mientras David, Salinas y Luís le devuelven la espera Enric, Pinturas, Miquel y yo continuamos con el ascenso. El entorno cada vez es más bonito y el camino cada vez más jodido, alcanzando probablemente a ser el tramo más exigente de la ruta de hoy a la que tenemos que añadir la piedra suelta que dificulta encontrar una trazada cómoda.



Una vez hemos llegado al desvío y nos hemos reagrupado todos, toca un sorbo de yerbas de casa del yerpa y con las protecciones puestas iniciar el descenso que a la larga nos tiene que dejar en Deià pasando primero por sa Font de sa Senyora y Ses Rotes, donde ya la última vez pudimos comprobar que se ha realizado una intensa labor de limpieza y recuperación del olivar


Buena bajada con buenas sensaciones en lo que a mí personalmente toca. El hecho de haber bajado la potencia dos separadores hace que más peso recaiga sobre el manillar en las bajadas y he sentido mejor manejo y más facilidad a la hora de levantar la rueda trasera, aunque resulte más costoso tirar de la delantera hacia arriba. Sea como sea, merece la pena la modificación aunque todavía tenga que acostumbrarme a la postura en subida.



Llegamos a Deià y la barrera, de nuevo, no se acciona, de manera que hemos tenido que bajar por la estrecha escalera. Llegados todos sanos y salvos al asfalto, decidimos parar en el colmado para un breve refrigerio. Pero hemos decidido cambiar de colmado, puesto que el de siempre se ha vuelto parte ya del parque temático para turistas que es Deià y subiendo los precios ha vendido su encanto al turismo. Hemos parado en cambio delante del ayuntamiento para comprar algo en Can Bernat. Incluso algunos han comprado un bocata, merienda que ha ido cayendo en desuso en el grupo hasta desaparecer de las rutas. Un estudio más detallado del tema podría quizás llegar a trazar una correlación entre la llegada de las eléctricas y la desaparición de los bocatas, puesto que la llegada de las mismas ha intensificado tanto el ritmo que apenas paramos a merendar la mayoría de días, y eso sumado a que no hay tiempo para digerir ha llevado a sustituir los bocatas por plátanos, dátiles y barritas. O eso o que a la gente le da pereza prepararse un bocata por la mañana y ya está. Sea como sea, nos toca volver a Sóller y eso significa enganchar de nuevo el GR para llegarnos hasta la era de Can Mico para cerrar el círculo.



Subida de nuevo a dos ritmos muy claros, los eléctricos por delante y los musculares por detrás y sin entender demasiado cómo teniendo asistencia los escalones del Camí Vell de Sóller no los pueden subir sin más complicaciones que quizás algún punto técnico complicado que exige por la distancia entre peldaños subir dos a la vez. Habrá que probarlo algún día para entenderlo, aunque por el momento solamente tenemos de nuestras propias piernas y cada uno hace lo que puede en particular, y en general hay que decir que el nivel físico es bastante alto. Reagrupándonos y desagrupándonos rollo acordeón hemos llegado de vuelta a la capilla de Castelló y ahí Fabián ha decidido alargar la ruta por Muleta puesto que era todavía muy temprano y que quedaba gasolina para rato, así que hemos alargado la ruta típicamente llamada el ocho.


Todo el tramo por Muleta después de pasar las casas no tiene término medio: o te gusta o no te gusta. Puede ser un infierno con todas sus piedras la mayoría distribuídas de tal forma que parece hecho a posta para impedir el paso de bicis, o puede que precisamente eso suponga un reto y una motivación a superar. Si sucede lo segundo y además tienes un día en que te sientes particularmente concentrado en tramos trialeros, disfrutas como un niño. Y así es como personalmente he llegado hasta el cruce con el GR que viene del Port de Sóller.


Desde ahí hasta Sóller el senderito es divertido y a tramos muy complicado y exige algo de bicipateo. Aún así, cien por cien preferible ante la alternativa de la carretera del Port. Carretera que como hemos podido comprobar al llegar al punto final de la ruta estaba absolutamente abarrotada de vehículos, la mayoría de turistas y de algún que otro nativo que debía de estar hasta los huevos de tener que chuparse semejantes atascos para ir a atender sus quehaceres cotidianos o simplemente pasear por su puto pueblo. Punto que nos ha corroborado el camarero del bar Lluís mientras nos entregaba unas jarras de cerveza congeladas, trofeo más que merecido a nuestros esfuerzos de la mañana.



Un sábado más buena ruta y mejor compañía.


Salut i pedals!

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